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  Annie Leibovitz y el último retrato de Lennon
 

Annie Leibovitz y el último retrato de Lennon

El futuro tiene sus ángulos hechos de incógnitas, de episodios impredecibles. Las gratas sorpresas y las tragedias se manifiestan según designios que el destino, al parecer en algunas situaciones, determina a su antojo. Todo parece fluir con normalidad hasta que lo inimaginable emerge. Viene de distintas formas, con dinero, con una sonrisa, un beso o la letal pólvora de una bala.

A John Lennon lo impensable le ocurrió cuando Mark David Chapman le disparó a quemarropa cuando retornaba a su casa. Yoko Ono, su mujer, veía cómo su esposo se desangraba y moría. Ese mismo día, durante la mañana, ella y él eran retratados por Annie Leibovitz en una fotografía que inmortalizaba el amor. Lennon, desnudo, abrazaba a su mujer manifestando devoción absoluta. Ella, vestida, miraba con ternura a un hombre que no tuvo miedo a ser vulnerable.

Ese 8 de diciembre de 1980, Annie Leibovitz, el lente estrella de la revista Rolling Stone, perseguía captar una imagen que expresara el espíritu de la relación de John Lennon y Yoko Ono. De esa sesión tenía que salir la portada del número de enero de la publicación. El cantante estaba renovado y entusiasta: retornaba a la música con el álbum Double Fantasy después de haber estado alejado de las grabaciones y conciertos. Leibovitz deseaba inmortalizar el romanticismo, sobre todo uno que parecía que ya no existía.

La foto del álbum Double Fantasy motivó a la fotógrafa a tratar de concebir una idea visual que manifestara todo ese romanticismo lírico. Lennon ayudó. Se despojó de sus ropas para arrojarse a los brazos de Yoko y dejar en claro que la vulnerabilidad no lo atemorizaba. Se desnudaba para ella, se desnudaba porque al parecer ya no temía a nada. Porque los tiempos de angustias y pánicos se habían diluido bajo el amparo de un amor verdadero.

Una llamada telefónica despierta a Leibovitz y quiebra su descanso: Lennon estaba muerto, Lennon perdió la vida a manos de un sicópata que deseaba ser famoso, que no podía lidiar con su miserable vida. Lennon ya no existía y toda una generación se ahogaba en lágrimas. En enero de 1981, la revista sale con Lennon y Yoko en la portada. La fotografía de Leibovitz no estaba acompañada por ningún titular. Esa sola imagen era absolutamente editorial. Las palabras dejaban sensatamente su lugar al silencio.



 
 
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