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  Una leyenda estuvo en Buenos Aires
 

Una leyenda estuvo en Buenos Aires

 
Ante un estadio colmado, las luces apagadas y luego del 'and in the end the love you take, is equal to the love you make', la leyenda se dirigió hacia el escenario y provocó el aplauso, el grito, el llanto y la admiración de todos. Allí estaba Paul McCartney, el que compuso obras que cambiaron el rumbo del rock a mediados de los '60, convirtiéndose con el paso de los años en una referencia ineludible. Fueron dos conciertos a puro rock, emoción y diversión.
La noche del miércoles arrancó con la era Wings: 'Venus And Mars' / 'Rock Show', esa canción que McCartney compuso en 1975 y que le sirvió como apertura en la super gira del '76/'77. En forma continua llegó 'Jet', uno de los éxitos de 'Band On The Run', en un estado de celebración puro de la muchedumbre. Si a esa altura todos estaban maravillados, las palabras de Paul para el público alcanzaron otro nivel, porque era la leyenda hablándole al público. "Hola Buenos Aires, hola porteños", dijo McCartney, aclarando que iba a tratar de hablar español, pero que también debía hacerlo en inglés. Entregados a su magia, el delirio se manifestó otra vez cuando entonó 'All My Loving'. Si bien en las plateas no hay lugar suficiente para saltar y bailar, como tampoco lo hubo en los sectores VIP, la gente se las arregló para manifestarse de la mejor manera. Eso significó saltar en el lugar, cantar, abrazarse con el que estaba al lado; todo servía.
El 'Set List' prosiguió con 'Letting Go' de Wings, una segunda joya beatle con 'Got To Get You Into My Life', el toque del Fireman en 'Highway', el poder de 'Let Me Roll It' y el primer momento tranquilo y emotivo con 'The Long And Winding Road'. A esa altura, los que estaban con sus camaras digitales, registrando cada escena, bajaron la guardia y se rindieron ante la melodía y el acompañamiento de esa bellísima canción.
"Esto es para los fans de Wings", soltó Paul, arremetiendo a las teclas del piano con 'Nineteen Hundred And Eighty Five', una pieza dificil de interpretar en vivo. Por suerte, McCartney la incluyó en esta gira, demostrando que su etapa solista tiene momentos cúlmines como este. La interpretación fue magnífica. Los años dorados de Wings continuaron con 'Let Em In' (gracias otra vez por la elección) y la dedicatoria a Linda con 'My Love'.
Luego de quedarse sentado en el piano durante unos minutos, McCartney regresó al centro del escenario para calzarse la guitarra acústica, instante en el que 'I'm Looking Through You' puso de pie a los espectadores nuevamente y el inicio de 'Two Of Us' después, despertó un: 'Ohhhhhh!' generalizado.
De repente, McCartney quedó solo. Los miembros de la banda se alejaron, dejándolo unos minutos con su público, para entonar el primer himno: 'Blackbird'. Paul entonaba y tenía a 45.000 personas con él. Entre pocas luces, el fondo de un árbol sin hojas proyectado en la pantalla y la réplica de una luna que bajó, permitieron un clima único. Ese ambiente perduró cuando recordó a John a través de 'Here Today', una carta amistosa de McCartney a Lennon que nunca llegó.
Tantos años no son en vano en Paul. Sabe cómo manejar un escenario, por supuesto, y por ende cambiar el ritmo. Te deja un momento de descarga, de llanto, ante un hecho sensible, pero sabe sacarte del paso para decirte que aún estamos ante una fiesta, que hay cosas por las que vale luchar, agradeciendo lo que tenemos; el hecho de estar en este mundo. La invitación al baile llegó con 'Dance Tonight' de 2007, mientras el baterista Abe Laboriel Jr. ejercía una coreografía divertida, que se prolongó con la festiva 'Mrs Vandebilt', otro punto alto de la noche. Y de ahí, una vez más la emoción; esta vez en estado puro. Primero con 'Eleanor Rigby' y después con 'Something', la canción de George. Nunca olvidaremos que Paul tomó el ukelele que le alcanzó su asistente, John Hammel, pidió un 'hurra' por Harrison y empezó a darle forma a una de las mejores canciones del álbum 'Abbey Road'. No borraremos esa imagen, cuando el resto del grupo se une a un Paul que pasa a la guitarra acústica, mientras de fondo tiene una fotografía inmensa de él, recostado en el hombro de su amigo George, en un alto de las grabaciones del 'Album Blanco'. Las lágrimas de la multitud no tardaron en caer y un aplauso cerrado bajó desde las gradas que se propagó en el campo, llegando ante un McCartney conmovido: 'Hey Georgie'.


Las segundas partes sí son muy buenas para Paul
El inicio del segundo capítulo de McCartney en Buenos Aires fue, como escuché por ahí, 'una patada en el pecho'. Cambiando la lista, eligió 'Magical Mystery Tour' para arrancar, enamorando a otro estadio colmado. Ese no fue el único cambio. 'Drive My Car', 'I've Just Seen A Face' y 'And I Love Her' también fueron incluidas en lugar de 'Got To Get You Into My Life', 'I'm Looking Through You' y 'Two Of Us'.
La sorpresa de la noche, bajo la atenta mirada de una luna al estilo 'C Moon' en un cielo despejado, fue sin dudas 'Bluebird', el track Nº 3 de 'Band On The Run'. Paul la presentó como un estreno. Lo cierto es que desde la gira 'Wings Over America' que no la tocaba en público. Otro agradecimiento.


Let's have a party!
En ambos conciertos, desde el riff de 'Sing The Changes' (con la figura de Obama en pantalla) hasta 'Paperback Writer', la energía no decayó un segundo, tanto en Paul y su banda, como en cada uno de los espectadores. Es que durante ese lapso, McCartney se despachó con 'Band On The Run', 'Ob La Di - Ob La Da', 'Back In The USSR' y 'I've Got A Feeling'. ¿Algo más? Sí, falta más.
Cuando se escuchó el acorde en guitarra acústica de 'A Day In The Life' todos se estremecieron. Era Paul cantando la parte de su amigo John, en una canción que nació bajo la idea de Lennon, pero que tuvo una contribución fundamental de McCartney. De más está decir que la interpretación fue sublime al igual que el canto unificado de los presentes cuando irrumpió 'Give Peace A Chance'. A ese pedido de paz, Paul lo profundizó con su mensaje, 'Let It Be'. Ese otro gran himno beatle iluminó el estadio, conmoviendo, una vez más, hasta las lágrimas.
Se acercaba el final, pero aún quedaba un tramo importante del concierto. Era tiempo de poner en llamas el escenario y qué mejor ocasión para soltar 'Live And Let Die'. El juego entre luces y fuegos articiales fue impactante. McCartney daba un golpe tras otro. Una vez concluido el estallido se acercó al piano psicodélico para entonar 'Hey Jude', el tema que cantaron todos. Primero los hombres, luego las mujeres, al final todos juntos. Como aquel show de diciembre de 1993. Muchos revivieron (me incluyo) ese instante y se aferraron a la esposa, al marido, a los hijos, a los amigos, para cantarlo con toda la fuerza posible.


Esos bises, ¡Qué bises!
McCartney amagó retirarse del escenario y luego de un minuto de pedido constante regresó con una bandera argentina. La agitó y los aplausos bajaron otra vez. El jueves fue más lejos: se apareció con una camiseta de la Selección nacional, que en la espalda figuraba con el número 10 y el apellido 'McCartney', lo cual le permitió decir a Paul: 'Me parezco al Diego', en obvia alusión al mejor jugador del fútbol argentino de todos los tiempos.
'Day Tripper', 'Lady Madonna', 'Get Back' dieron el primer impacto. Otra vuelta al escenario para 'romper todo' y ejecutar 'Helter Skelter'. Acto seguido, ponernos la piel de gallina con 'Yesterday' y decir adiós con 'Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band -reprise- / 'The End'.
El final llegó, Paul se despidió de nosotros y fue un hecho que muchos nos quedamos mirandolo, a modo de despedida, a modo de tributo, a modo de tomar conciencia de tener delante a una leyenda viva, la más importante y que afortunadamente volvió a Buenos Aires.

 
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