Melenudos, pelilargos y flequilludos de los ’60, ahora con el cabello raleado y entrecano, colmaron ayer la sala de remates del Banco Ciudad para tratar de llevarse un pedacito tangible de su propia adolescencia: algún recuerdo de los Beatles, de su puño y letra.
Los 144 lotes formaron hasta ayer parte de la envidiable colección de Raúl Blisniuk, incluido en el Guiness en 1998 como el mayor coleccionista de la banda británica en Sudamérica. Muy pocas veces estuvieron en exhibición, y estas piezas atrajeron a más de 7.000 visitantes que se acercaron al Banco en los últimos 15 días. Ahora Blisniuk, de 58 años, decidió pegarle algunos tijeretazos a la nostalgia, y poner a circular sus trofeos.
Fue una subasta atípica incluso para el propio Banco, que decidió convertirlo en un evento social y cultural. Recibió a los oferentes y al público en general con un recital de Nube 9, un ajustado cuarteto que hace covers de los Beatles.
Escenario: el entrepiso, en medio de bargueños, sillas de estilo, platería antigua, jarrones de porcelana china y una réplica de la limusina psicodélica de John, que salía a la venta por 30.000 pesos. Entre descolocado y divertido, el público poco a poco fue animándose a tararear Boleto para pasear, Help o Todo mi cariño, en una recorrida de una hora por la discografía de los cuatro de Liverpool. Los más jóvenes no dudaron, y se lanzaron a cantar y hasta a bailar un rock.
Media hora después, el auditorio del tercer piso se llenó de coleccionistas, fanas y curiosos que, en su inmensa mayoría, asistían por primera vez a una subasta. Ése fue también el caso de Juan Alberto Badía, inefable beatlemaníaco, quien presentó a Ricardo Vitaliti, jefe de martilleros del Banco Ciudad, vestido a tono con impecable traje y corbata con los rostros y las firmas de los Beatles.
El buen humor, la excelente memoria y el profesionalismo de Vitaliti ayudaron a los interesados a animarse con sus ofertas. Pronto comenzaron a destacarse algunos coleccionistas, alguno especializado en discos de oro –que se vendieron en hasta 23.000 pesos, casi cuatro veces el valor de base–, y otros más atraídos por los afiches.
La tapa de Twist and Shout , autografiada, trepó de 15.000 a 35.000 pesos. Los primeros aplausos se los llevó el comprador de las cuatro fotos originales del Álbum blanco , firmadas, que pujó desde los 40.000 de base hasta 130.000.
Un silencioso señor canoso siguió el remate anotando cada venta en el catálogo. Sólo levantó la paleta cuando llegó el turno de una instantánea en blanco y negro de John y Yoko, de 1975. Se ofreció en 2.000 y se la llevó en 3.000. Luego guardó sus cosas y se fue.
Las guitarras, fotos, remeras, afiches y otros recuerdos de Keith Richards, Brian Jones, Sting y Bon Jovi no despertaron entusiasmo o cambiaron de manos por lo mínimo. En cambio, un billete real de un dólar con los rostros de los Beatles alcanzó los 11.000 pesos.
Un señor esperó toda la tarde sin abrir la boca, para llevarse un dibujo de John por 50.500 pesos. El plato fuerte fue el bajo Conrad de Paul, con su autógrafo que, valuado en 50.000 pesos, tiene ahora un nuevo dueño por 140.000.
Los tasadores del Banco habían estimado el conjunto en 1,2 millón de pesos, y las ventas totalizaron casi 2 millones. Menos la comisión, Blisniuk se lo llevará a su casa, junto con una veintena de piezas que quedaron sin vender, y con dos o tres más que su novia consiguió recomprar en su nombre. Un coleccionista de alma también tiene derecho a arrepentirse.